domingo, 7 de febrero de 2016

El Perú que yo creo que es.



El Perú ha crecido en materia de crecimiento y empleo. Su estrategia de desarrollo ha sido básicamente aprovechar el enorme beneficio de precios internacionales de los minerales. Al mismo tiempo, sin embargo, el delito, la inseguridad y la desigualdad también han aumentado dramáticamente.


A pesar de los avances en empleo y distribución del ingreso en la clase media, el modelo de crecimiento económico ha fracasado rotundamente en términos de inclusión social, pues hay poblaciones enteras que se encuentran  fuera del sistema. ¿La razón? Falta de recursos, instituciones débiles, pésima organización del estado y modelo económico, que prioriza el sector extractivo que el capital humano. 


En condiciones de crecimiento, en los últimos años la conflictividad social ha ido en aumento, porque cuanto más se expande la economía, mayores son las expectativas de la población. Según la Defensoría del Pueblo, en el año 2015 se ha registrado 211 conflictos sociales: 143 activos y 68 latentes. Si los problemas sociales permanecen insatisfechos, la frustración social aumentará inevitablemente. Es por tal razón que las opciones radicales o anti sistema tienen mayor auge en las poblaciones marginales.


En otras palabras, en el Perú el producto per cápita podrá crecer, se pueden firmar TLCS con varios países, y aun la educación superior de pésima calidad puede masificarse. Pero son el color de la piel, el origen social, la universidad de estudio y el apellido, lo que continúa definiendo el lugar que uno ocupa en la estructura social. De ahí en los anuncios de empleos se puede observar “buena presencia” y provenir de las universidades “top” de Lima.


Este cóctel es particularmente explosivo entre los jóvenes, especialmente en los conos sur y norte y también en el Callao, donde ha ido en aumento la violencia juvenil en pandillas y el abuso de drogas y alcohol. El crimen violento ha sido cosa de varones de entre 15 y 30 años de edad, esto se debe principalmente a la frustración social y la marginalidad que están a la vuelta de la esquina. La violencia y el delito le siguen.


A pesar de sus raíces profundas y antiguas, no obstante es el estado, es decir su ausencia, es quien generaliza el delito, pues en vez de prevenir y fomentar ciudadanía, castiga al que no tiene oportunidad por medio de una forma de control obsoleta y violenta. 


Finalmente, el éxito del Perú ha sido muy beneficioso para los que se encuentran en la parte de arriba de la pirámide, en cambio la periferia no hay presencia estatal, son actores privados quienes administran justicia, cobran impuestos y monopolizan el uso de la fuerza. Narcos, cobradores de cupos de construcción civil, pandillas, traficantes de terrenos y contrabandistas, compiten con el estado por el control territorial, que por cierto, muchas veces lo hacen con éxito.